Estando en el vestuario, vino un señor, me tocó la rodilla y me dijo: "mala suerte chaval, tienes roto el menisco". Luego me enteré que era el médico del Zaragoza que estaba viendo el partido y, lógicamente, vino al vestuario.
Yo llevaba el diez en la camiseta. No era un diez de mucho terreno, era un diez jugando muy en punta, muy en punta, porque era muy rápido y tenía un "dribling" y un regate… decían que bueno. Pero no era un hombre de lucha. El delantero centro y yo éramos los dos que jugábamos más en punta del equipo.
Era un equipo que practicaba un fútbol vistoso, de clase. No era el típico equipo de pueblo que viene el balón y pega balonazo, no, no, jugábamos la pelota. De eso me acuerdo perfectamente. Ibas a jugar por ahí y, menos el Huesca y el Zaragoza, lo demás equipos estaban a nuestro nivel o por debajo.